A lo largo de esta temporada montera he tenido la posibilidad de disfrutar de varios lances, con sus respectivos fallos a dos venados, dos cochinos y alguna que otra hembra, pero el destino me tenía reservado una oportunidad. Para terminar con esta campaña nos disponíamos a montear en un pueblo cercano a mi localidad natal, la mancha se encontraba en Aguilafuente (Segovia) y estaba organizada por un amigo del grupo con el que solemos cazar todos los fines de semana y que en la anterior montería se había saldado con la no despreciable cantidad de 31 guarros entre 31 puestos. Con las últimas lluvias y nevadas que nos acompañaron durante las semanas anteriores el río que baña el cazadero se desbordó, anegando la zona donde los jabalíes estaba encamados, por lo que a muy pesar nuestro se suspendió la salida.
Con este desafortunado desenlace el grupo de amigos nos dispusimos a buscar un nuevo sitio para cerrar la temporada como se merece, eligiendo una batida que se iba a celebrar en un pequeño pueblo soriano, Valdenarros. Ya con la salida programada esperaba a que llegase el fin de semana, tenía un no sé qué en la barriga que me hacía barruntar que este domingo iba a ocurrir algo diferente.
Ya el domingo nos levantamos temprano mi padre, que iba a ser mi compañero en el puesto, y yo. Con el jaleo organizado en casa también levantamos a mi madre. Mientras tomábamos un café les comenté que sentía que hoy era mi día y mi madre bromeo diciendo que a ver si era verdad, que ya era hora de que me estrenase esta temporada porque menudo añito llevaba...
Bromas aparte, salimos de casa para encaminarnos al lugar de reunión, donde habíamos quedado con el resto de amigos, tomamos un rápido café y nos pusimos en marcha para llegar temprano al pueblo.
Ya en Soria tomamos un delicioso almuerzo montero, compuesto con unas excepcionales migas con huevo, lomo y el típico torrezno soriano, ¡una delicia!. Cuando concluimos con el sensacional tentempié se dio lugar un rápido y limpio sorteo, tocándome el puesto 18 de la armada de ''El monolito''. La suerte ya estaba echada y ahora solo faltaba disfrutar.
Cuando llegamos nos encontramos con un puesto de pinar bastante limpio, había buenas sensaciones. Rápidamente me dispuse a cargar el rifle y marcarme con los compañeros de los puestos colindantes para evitar cualquier tipo de incidente.
Ya preparados el aire nos daba de espalda y venteábamos hacia la mancha... A la media hora de llegar al puesto nos dimos un tremendo susto, ya que un corzo había llegado por nuestra espalda hasta apenas dos metros de nosotros y ya cuando nos vio salió despavorido, ¡casi se nos sale el corazón por la boca!
A los cinco minutos del acontecimiento con el corzo escuchamos un fuerte ruido que nos sorprende por la espalda también, nos giramos rápidamente y vemos como un enorme jabalí viene directo hacia nosotros como una locomotora. A escasos quince metros cambia su dirección hacia la izquierda y se frena en seco como si le hubiese dado el alto la guardia civil. En ese momento se encontraba casi tapado por una jara, pero a través del visor vi como me dejó al descubierto su paletilla, no lo pensé dos veces y disparé. El animal cayó desplomado en el momento, sin poder dar ni un solo paso. Había sido un disparo fantástico y mortal. En ese mismo momento mi padre y yo nos miramos y sonreímos. Aun con la adrenalina en el cuerpo y a pesar de tener el rifle en una mano, puse el seguro y levante a mi padre en volandas, y nos fundimos en un abrazo. Fue una sensación que nunca olvidaré, la sonrisa en la cara de mi padre, que veía como su hijo pequeño había logrado uno de sus sueños.
La sorpresa llegó cuando al pasar los rehaleros y perros por el puesto, y como el jabalí estaba a escasos veinte metros, nos acercamos a verle. Era un navajero con una buena boca y un pelaje y tamaño espectaculares. Saqué al animal hasta el camino para contemplarlo mejor.
A partir de ahí la montería se desarrolló con menos interés por mi parte, tan solo nos puso en guardia un par de espectaculares corzos macho, fácilmente medalla de oro, que pasaron por nuestro puesto, y alguna que otra ladra lejana. Al finalizar, cuando pasó el postor de recogida nos hicimos las fotos de rigor, yo estaba tan contento con ese espectacular navajero, mi primer macho con boca.
Ya de vuelta al pueblo recibí las entusiastas felicitaciones por parte de mis compañeros y amigos, que al ser el más joven del grupo tienen hacia mí un trato diferente y que es de agradecer. Disfrutamos de una caliente y reconfortante sopa, y una posterior carne estofada que nos supo a gloria. He de decir que ese día no me hubiese importado no comer, estaba tan satisfecho por el lance acontecido que tenía los sentidos un tanto adormilados...
Tras recoger mi valioso trofeo nos dispusimos para volver a nuestro pueblo, donde disfrutamos de unas copas exquisitas que acompañadas de lances y entretenidas historias entre amigos amenizaron el cierre de temporada. Como es tradición me tocó invitar a las rondas de después, ya que, el que moja paga. ¡Y con todo el gusto que lo hice!.
Espero que hayáis disfrutado del relato, al igual que lo he hecho yo recordando ese gran día y ese espectacular lance. Un saludo a todos y ¡buena caza!.
Por: Alberto Moreno Fresnillo.
@MorenoCantalejo
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